Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

Publicaciones

Crítica bibliográfica: E. Moreno López: El feminismo y sus diferencias


Esther Moreno López

El feminismo y sus diferencias

Crítica de la razón sexual
Ignacio Castro

 

Mientras leo Crítica de la razón sexual de Ignacio Castro, empiezo a mosquearme por el tratamiento que el autor da a las mujeres y al feminismo. Una de las ideas básicas del texto de Castro es que los poderes de la globalización impulsan la desaparición de las diferencias entre las personas para ejercer su control sobre nosotras/os. Necesitan de la homogeneización social porque la posibilidad de ser diferentes abre puntos de fuga hacia espacios de libertad, aunque estos se encuentren en los márgenes del sistema. Este punto de partida me pareció sugerente para empezar a pensar.

Entre las diferencias con las que el sistema pretende terminar, Castro sitúa la diferencia sexual, que parece ser para él la diferencia más irreductible. Desde un punto de vista crítico con la masculinidad tradicional, el autor sitúa frente al varón, sujeto de la historia, a la mujer que está fuera, en lo no histórico; en lo asocial  frente a lo social y en lo sensible frente a lo intelectual. El hombre es la razón y la mujer lo Anterior.

¿Cómo expresar mis diferencias con el texto de I. Castro? Recurro a la ayuda de una teórica feminista, Teresa de Lauretis y su libro Diferencias; bastantes ideas que expondré acerca del feminismo y las mujeres pertenecen a esta autora. Este es mi diálogo entre los dos libros.

La argumentación de Castro sobre la diferencia sexual me sonaba a teorías  que identifican a un ente abstracto que es La Mujer siempre con Lo Otro y con el Afuera.

En el mejor de los casos, la Mujer es un foco de resistencia, potencialmente subversivo, estructurado negativamente con relación al falo. Se trata de una noción de la feminidad como una condición privilegiada, de proximidad a la naturaleza, al cuerpo, al lado materno y al inconsciente. Pero esta feminidad es una mera representación, un posicionamiento dentro del modelo fálico del deseo y del significado, y no una cualidad  de las mujeres. Lo que equivale a decir que la mujer en cuanto sujeto del deseo es irrepresentable, (o mejor aún, en el orden fálico de la cultura patriarcal la mujer es representable sólo como representación).

Encuentro en el texto de Castro una “Diferencia sexual” como oposición universal de sexo, donde  la mujer es la diferencia del hombre, ambos universalizados. Esta abstracción hace invisibles las diferencias entre las mujeres y la Mujer,  las diferencias entre las mujeres (entre unas mujeres y otras) y las diferencias internas a las mujeres (a cada mujer).

Relaciono esto con una antigua costumbre de pensar lo masculino como sinónimo de universal, y convertir a la mujer en metáfora. Costumbre más antigua que el sujeto cartesiano, por tanto, más difícil de romper. Esto puede explicar la indiferencia generalizada cuando no el desprecio manifiesto de los intelectuales hombres hacia la elaboración teórica feminista. Y con el rechazo de los filósofos a  identificar la feminidad con las mujeres reales. Desplazan la cuestión del género hacia una ahistórica y puramente textual figura de la feminidad, un sujeto difuso.

La diferencia sexual es parte de la subjetividad de las mujeres reales. En las alusiones del autor a la Mujer  echo en falta a las mujeres reales como presencia social y afectiva, como sujetos dotados de una especificidad y una historia. No una historia  de sentido totalitario y verdad universal (historia patriarcal) sino una historia siempre en devenir, aquí y ahora, enraizada en la práctica, en la contradicción y en la heterogeneidad.

Creo también que las mujeres (y los hombres, supongo) son sujetos constituido sí por el género y el sexo (construcciones culturales) pero no únicamente a través de la diferencia sexual, sino mediante el lenguaje y las representaciones culturales, sujetos generados dentro de la experiencia de las relaciones de raza y clase, además de las de sexo, sujetos, en definitiva, no unificados sino múltiples, no sólo divididos sino contradictorios.

El otro tema al que me quiero referir es la crítica que Castro hace al feminismo. Para él, el feminismo mayoritario es un feminismo que persigue la igualdad con los hombres, hace el juego al poder masculino haciéndose cómplice y compañero de todas las injusticias y desigualdades en las que el poder se sustenta, reforzadas ahora por la participación femenina en el neoliberalismo, en los ejércitos y las guerras... Esto es cierto al menos en parte, es una crítica que se ha hecho hace décadas desde dentro del feminismo, unas feministas a otras, y que continúa vigente, pero también es cierto, por ejemplo, que las violaciones en el ejército siguen estando a la orden del día.

El feminismo es igual al machismo para Castro, los dos persiguen la misma voluntad uniformadora. El autor critica la incorporación de la mujer al mercado de trabajo y a lo público, ya que esta incorporación contribuye a la primacía de lo masculino,  imita sus valores, pero claro ¿lo público es de los hombres, el trabajo es de los hombres? Las mujeres (las pobres, o sea, la mayoría)  han trabajado en la calle, en el campo, en las fábricas, en los talleres, etc., desde siempre, si bien ha sido expulsadas de los centros de saber y de poder.

¿El hecho de que yo (y muchas otras)  tengamos un trabajo digno, una carrera universitaria, una serie de actividades sociales, ¿significa que le estamos haciendo el juego al sistema patriarcal, o masculinista o machista? Sólo fijándonos en España, la vida de las mujeres ha cambiado radicalmente en sólo un siglo, creo que ahora tenemos más posibilidades de ser dueñas de nuestras vidas, nuestros deseos, nuestra descendencia, nuestro dinero, y eso no es gracias al “progreso” de la civilización occidental, yo no creo en el progreso (porque además esto no sólo le está ocurriendo a las mujeres en occidente sino en todo el mundo) Esto es gracias al feminismo, a los feminismos, a determinados feminismos.

Pero ¿qué tipo de feminismo es el que me interesa y que no es el referido por el autor?

Unas frases de su  texto me resultaron claves:
“-¿porqué es tabú entre nosotros discutir abiertamente sobre la virilidad, fuera de los lugares comunes? Porque también está mal visto discutir, fuera de los tópicos periodísticos, qué es eso que llamamos mujer.”

Lo leí y dije “no puede ser”. Esto no es cierto, no es tabú entre mujeres reflexionar acerca de la feminidad, de las formas en las que nos construímos como mujeres, y si no es tabú entre mujeres, entre feministas menos, es una práctica clave, básica. El feminismo, su acción y su pensamiento, están relacionados con la posibilidad de que las mujeres hablen de las mujeres con otras mujeres, o a otras mujeres.

El feminismo ha servido también para que mientras que  antes los libros escritos sobre las mujeres (o la Mujer) tenían autores masculinos, hoy son las mujeres las que escriben sobre ellas mismas y, en general, para otras mujeres. Existe un vasto corpus de narrativa, poesía, arte, pero también de ensayo, crítica, historia, psicoanálisis, teoría, desde nuestra relación excéntrica y contradictoria con el lenguaje y con la historia, y desde nuestro esfuerzo, a pesar de todo, por interrogarlos, discutirlos y examinarlos, en suma desde nuestro deseo de teoría, nuestra “pasión intelectual”, como la ha llamado la filósofa feminista Rosi Braidotti, contrapartida directa del silencio que ha marcado por mucho tiempo, y continúa marcando, la existencia material e intelectual de muchas mujeres.

En general, los autores no dan valor al proyecto feminista, ni a su teoría ni a su práctica. Los hombres no leen, en general, textos de mujeres, no es que no puedan, es que no lo hacen. Por lo que respecta a la teoría feminista podemos mirar las bibliografías de las obras que no son específicamente feministas. La pobreza de referencias a la crítica feminista y femenina es apabullante.

La teoría feminista se construye sobre una contradicción: la tensión y la confusión entre la Mujer como representación,  y las mujeres como seres históricos, sujetos de relaciones reales. Y sobre la toma de conciencia de nuestra complicidad con la ideología de género, de las divisiones y las contradicciones que la acompañan.

El sujeto del feminismo es, para Teresa de Lauretis,  un sujeto que está al mismo tiempo dentro y fuera de la ideología del género y es consciente de ello, es consciente de esta doble tensión, de esta división y de su doble visión.

La del sujeto feminista es una visión desde otro lugar,  que no es un pasado mítico ni una utopía futura, es aquí y ahora, el fuera de campo de las representaciones patriarcales, a los márgenes de los discursos sociales dominantes, espacios sociales enclavados  en las fisuras y grietas de los aparatos de poder-saber.

Es un movimiento de ida y vuelta Dentro y fuera del género, un ir y venir entre la representación androcéntrica del género y lo que la representación excluye, o mejor dicho convierte en irrepresentable, entre el espacio discursivo, representacional, de los discursos hegemónicos, y el fuera de campo, el otro lugar de esos discursos, al margen de ellos o “entre líneas”, en un lugar reconstruido por las prácticas feministas.

Estos dos espacios no se contraponen, coexisten, ese es el lugar de la tensión de la contradicción, de la multiplicidad y de la heterogeneidad, vivir en los dos espacios significa vivir en la contradicción, que es la condición del feminismo aquí y ahora, su condición histórica de existencia y su condición teórica de posibilidad. El sujeto del feminismo se genera ahí, en otro lugar.


Esther Moreno es licenciada en Hispánicas y Máster en Estudios de la Mujer.


Para descargar este fichero, haga clic en el enlace abajo. O si prefiere guardarlo, haga clic derecho sobre el enlace y elija "Guardar destino como..."

E. Moreno López: El feminismo y sus diferencias

 

 

Volver a Nº 9